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lunes, 20 de agosto de 2007

Arte Comestible

Arte Comestible

La unión de la comida y el arte pueden hacer prodigios pero no solo utilizando la imagen de la comida pintada al óleo sobre un lienzo, para realizar “naturalezas muertas” y “bodegones”… arte decorativo con ínfulas de clásico (de mal gusto) para adornar unas paredes de nuestras casa, sino para que el arte y la comida se interrelacionen dentro de un contexto contemporáneo; es la utilización de la comida como tal, “como medio” para hacer arte, pero no hablo de una mesa bien servida, ni de un guiso bien preparado, ni mucho menos de una bandeja decorada con gusto, hablo de la comida en sí utilizada por los artistas plásticos para hacer con ella un “algo artístico”.
Muchos han sido y son los artistas que han participado de esta experiencia de relacionar la comida con las artes plásticas…. Man Ray pintó con color azul un pan francés recién salido de la panadería y lo presentó como escultura, Piero Manzoni pegó panes redondos a un lienzo, Dalí le puso una langosta viva sobre el pubis a una mujer que estaba acostada desnuda.
Pero es el italiano Daniel Espoerri el primero en crear los objetos artísticos comestibles, coronas y esculturas hechas con arte que uno puede masticar y tragar, luego llegó el arista español Miralda, quién hace su “edilble art” (arte que se come) al cambiar el color de los alimentos para crear un caleidoscópico menú: salchichas moradas y rojas, arroz verde, pan de un amarillo intenso. Arte que va dirigido no a la pared sino a la vista y luego al estómago.
Otros dirigen su trabajo en otras direcciones, la pareja “The Kippers Kids” por ejemplo, se lanzan sopa de letras, huevos, crema y fideos a la cara, llenan al público con harina y espaguetis en sus eventos que ellos han llamado “Food Ceremonias”.
Otto Muhl hace instalaciones con mesa llenas de comida: peces, cabezas de ganado vacuno y hasta él mismo y sus ayudantes recubiertos en papel celofán al lado de las viandas. Luego llega la ahora de la comida, la gran bacanal y quedan los cuerpos de ellos recubiertos de mermelada y salsa junto a los restos de comida sobre las largas mesas… como un ejemplo de una verdadera “pintura viviente” muy agresiva.
Salvador Dalí paseaba con una enorme capa de papel la cual se iba comiendo poco a poco, mordisco a mordisco hasta hacerla desaparecer.
Andy Warhol firma las latas de sopas Cambell compradas minutos antes en el supermercado y con su rubrica la convierte en un objeto artístico, que además uno puede abrir y degustar.
Denis Openheim por su parte prepara la mesa para hacer un pan de jengibre con forma humana, lo hornea y luego una vez listo se la come; mostrando luego todo el proceso en fotografías, llegando hasta hacernos ver una muestra a través de un microscopio de sus “heces fecales” para que veamos a donde fue a para el hombrecillo de jengibre.
De pronto vienen a mi mente las imágenes e la película de Ferrari “La Gran Comilona” en donde los protagonistas comen y comen y comen hasta morir de tanto comer… o la imagen de dos mujeres desnudas luchando en un acuario lleno de gelatina en la hoy desaparecida discoteca Area en New York.
Pero la realidad “out doors” es mucho más fuerte como imagen y contenido que cualquiera que pueda producir un artista plástico; tenemos como ejemplo al ciudadano de origen chino, Cen Yin Lin trabajador del Restaurante China Palace de Caracas, quien a las doce del mediodía del 3 de Febrero de 1986 (hace apenas 13 años) se acercó a su jefe el septuagenario Yen Sheung y con una hacha le cortó la cabeza a éste, luego le cortó la mano izquierda y puso ambas sobre una bandeja bordeada con palillos chinos y mucha lechuga. Luego cuando se disponía a cortar la otra mano de su víctima, fue sorprendido y aprendido por la policía sin poder terminar su “arreglo artístico” sobre la bandeja. Cen Yin Lin declaró luego por medio de un intérprete que realizó el acto al ver un cuadro que colgaba en la pared del restaurante, en donde aparecían juntos un Tigre y un León, pensando entonces que para los animales estuvieran bien y separados uno del otro, debería entonces él matar a uno de los propietarios del cuadro.
Una cabeza humana y la mano sobre una bandeja con lechuga es una de las mejores imágenes de “naturalezas muertas” que yo haya visto en mi vida, fruto de una terrible realidad… emparentándola con el relato bíblico de “Salomé”, con la cabeza del también decapitado Juan el Bautista hombre que por cierto solo se alimentaba de langosta y miel silvestre.
Pero es Herman Nitch quien en verdad lleva todo a los extremos y quien luego relaciona crudamente la vida, la comida y el arte de un “todo” verdaderamente terrible… son las legendarias bellas artes quienes se conmocionan y hasta convulsionan con la aparición de este artista y su “Teatro de la Orgía y del Misterio” en donde se conjugan las relaciones orgiásticas, sádicas y agresivas lacerando la carne fresca, descuartizando a cadáveres de animales y bañándose con la sangre de ellos. Con un profundo sentido de la repulsión que esto origina, al contrario de la típica ficción es una liturgia sado-masoquista llena de morbosidad. Son los cuerpos de los jóvenes desnudos revolcándose en las viseras de los animales. Los cuerpos desollados y crucificados, “El desmembramiento d la carne anal” como lo llama él en su “action of disenbowelment of laceration” en donde él se corona como rey de la estética del horror, destripando y desagarrando viseras, mientras todos van comiendo parte de los animales descuartizados y bebiéndose la sangre sorbo a sorbo.
Nitsh se considera así mismo como un nuevo purificador y salvador. Y no lo pongo en duda que así sea por sus seguidores quienes llenan los lugares en donde él se presenta para disfrutar morbosamente en unos performances y acciones llenas de agresividad.
Bien sea Nitsh, Otto Muhl, Spoerri, Warhol o el Chino Cen Yin Lin, quienes realicen el trabajo artístico, lo cierto es que ellos nos han demostrado que hay otras maneras de relacionarse artísticamente con la comida y lo más importante es que ya no podemos hacernos de la vista gorda cuando veamos una “naturaleza muerta” decorando una habitación así como tampoco cuando veamos a un bárbaro poniéndole “Ketchup” a un plato de espaguetis.

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