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lunes, 20 de agosto de 2007

Cómetelo crudo y se está vivo mejor

Cómetelo crudo y se está vivo mejor

Ancas de rana, bachacos, iguanas, lombrices en la sopa… platos “exóticos” de aquí y allá que a cualquiera le ponen borrosa la idea de supervivencia. Sin embargo, la pasión por lo crudo y lo vivo parece estar cada días más en auge y el placer por la sangre caliente en la boca y las cosas que todavía se mueven ganan terreno entre los comensales de todo el mundo.
Aprender a comer cosas no usuales es cuestión de educación y sobrevivencia y es una de las normas para enriquecer nuestra cultura gastronomita.
El comer cosas exóticas tales como ancas de rana, iguanas, cangrejos, bachacos, cola de caimán o lengua de toro, nos hace sentir diferentes; a uno se le abren las puertas del mundo a través de la beuna mesa y además se le amplían las posibilidades de sobrevivencia al “comer de todo”, aunque esto encierre sus peligros, ya que la vida del depredador y del sobreviviente se tocan.
Imágenes como la de un lechón horneado entero con una manzana en la boca, la sopa con patas de gallina mostrándonos sus uñas, o las sopas con cabezas de gallos, o las arepas rellenas con toda una oreja de cochino, me ponen los pelos de punta por lo grotesco en sí de la imagen. Veo con agrado un pez completo o una langosta, servidos en un palto… y no pienso en ellos como “cadáveres” (aunque lo sean) pero no soporto la imagen del conejo desollado en un plato y mucho menos la de una rata.
Muchas personas que presenciaron los juegos olímpicos en Korea no se enteraron, por ejemplo, de lo que pasaba en las cocinas de Seúl, ya que a fin de no “espantar” a los visitantes, los gobernantes de Korea del Sur prohibieron la confección de los platos típicos más apreciados en esa nación asiática: “perro asado y sopa de lombrices de tierra”. Sin embargo, a pesar de las precauciones tomadas, las autoridades nacionales no pudieron impedir que la cocina nacional siguiera su curso y en algunos restaurantes de las afueras de la ciudad, la prohibición se burló y los extranjeros curiosos pudieron comer o ver los perros asados enteros (sin manzana en la boca) y las sopas de lombrices como fideos, acompañados, eso sí, el “shock cultural”.
Comunes rituales de horror.
Hay comportamientos y acciones culinarias de una riqueza visual inigualables al momento de la presentación de un plato o cuando nos enfrentamos “face to face” con lo que nos proponemos ingerir.
Cortar la carne de res apenas cocinada y ver cómo el plato se llena de sangre o comerse las otras vivas recién pescadas, sin pensar en el dolor de ellas (porque las ostras se comen crudas y vivas).
Comer sushi o sachimi en un restaurante japonés y sentir la maravilla del pescado crudo en nuestra boca… porque la carne cruda tiene su encanto para mirar y degustar.
El Kipe árabe no es otra cosa que carne cruda molida y servida cruda y el carpaccio italiano es carne cruda cortada muy delgada. Todo esto empieza apasionar de tal manera a los comensales hasta convertirles el gusto en perversión y entonces quieren comerse todo lo que vive, lo que se mueve y mejor si esta crudo, fresco y vivo. Como comerse los sesos de un mono recién trepanado cerebralmente y degustarlos luego de tomarlos directamente de su propia cabeza como recipiente, mientras que el propio animal no termina de exhalar su “extractor agónico”.
La costumbre de los llaneros de Venezuela de clavar un cuchillo en el cuello de una ternera y luego de llenar un vaso con el torrente que brota, bebérselo hasta la ultima gota; para comerse luego los ojos crudos del animal disfrutando del humor vítreo y del acuoso, asar la carne del animal y comérsela toda incluyendo los intestinos, costumbre que aun siendo aceptada y compartida por muchos no deja de ser un terrible ritual de horror.
Ante todo la supervivencia. Pero no es nada fácil para una persona “normal” el ampliar su mundo gastronomito, sobre todo cuando se posee un paladar subdesarrollado y uno está lleno de escrúpulos. Hay que hacer gala de tener un buen estómago y poner así a prueba muchos valores y convicciones. La palabra clave que abre esta puerta es: el hambre”. En el momento en que el hambre nos acosa es importante el superar los escrúpulos para “comer de todo” a favor del mantenimiento de la vida.
Un caso de la vida real fue el de los tripulantes del avión 571, que se estrellara en los Andes. Al cabo de 8 días de la tragedia se suspende la búsqueda del avión. Los alimentos empezaron a escasear poco a poco, así que la única posibilidad de sobrevivir era comerse la carne de los pasajeros muertos… sólo uno de ellos no lo hace y muere de hambre, cinco días mas tarde ya han terminado con el primero de los cadáveres, se lo han comido todo, sólo quedan los huesos; aquellos que no son capaces de tragarse la carne cruda, la cortan en tiritas y dejan secar al sol sobre los restos metálicos del avión… y así se los van comiendo uno a uno. Dos meses mas tarde son rescatados, todo es alegría hasta que salió a luz pública la manera como pudieron sobrevivir, entonces comienzan las escenas macabras. Uno de los miembros del grupo de rescate declara: “Ví una mano femenina que se elevaba de la nieve, tenía las uñas pintadas de rojo y el brazo mordisqueado hasta el hueso”.
Superar el asco.
Pero lo interesante y trascendente del caso es que están vivos por haberse atrevido a comer lo “no usual”. Ahora, no sólo en casos extremos como éste es cuando uno debe superar “convencionalismos y purismos”. Hay muchos consejos que todavía se nos pueden dar a quienes, como nosotros tenemos escrúpulos a la hora de comer. En este momento cuando el alemán Rudiger Nehberg comienza a hablarnos de sus técnicas de sobrevivencia en su libro Manual para el Aventurero: “para superar el asco, dice Nehberg, lo mejor es tragarse una cucharada viva o un gusano o un araña. Cuando yo recogí y devoré un conejo ya en estado de putrefacción y sin titubear me tragué veinte arañas vivas me pude considerar libre de ascos. El asco es la primera cosa que hay que superar… ve y recoge un gato muerto de la carretera, pero asa bien la carne, los carnívoros pueden tener “triquinas”. A quienes practican el arte de la supervivencia no les debe importar comer ratas, pulgas, gusanos, serpientes, tarántulas, orugas, mosquitos ni cucarachas. Durante el entrenamiento hay que ser capaz de comerse un perro arrollado por un carro aunque su carne esté descompuesta, porque sirve como campo de incubación de gusanos provenientes de millares de huevos puestos por las moscas; estos apetitosos y jugosos gusanos contribuyen el aliento más puro. Te lo comerás con ojos extasiados de felicidad!!! Piensa que existe una tribu de raza negra al Sur del Sahara que desentierra a sus muertos para comerse los gusanos del cráneo.
También se sabe que hay personas que han comido sus propios excrementos, ya que mientras se pueda defecar, los excrementos normales contienen todo tipo de sustancias nutritivas que no han sido utilizadas y que pueden salvar tu vida.
De ahora en adelante mira con otros ojos lo que te rodea, piensa “que lo que no te mata te fortalece”. Un nuevo mundo de sabores y sensaciones está esperando por ti… los placeres orales son infinitos.
Recuerda que “para ser un sobreviviente, hay que entrenarse diariamente”.

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